Sandra Abichain y Lucas Di Pascuale (2023)
técnica de vida
mirar en redondo
caminar
dejar de hacerlo
pensar adentro
volver a mí
cerca del suelo
afuera
microscoepear
estar con ella
y desviarnos
radicalizar el tiempo singular
de lo común
de los recuerdos y los colores,
del olvido
recolectar
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Acompaño con este texto a Lucas Di Pasquale y Sandra Amalin Abichain en
Todas las cosas al corazón
Ana Volonté
invierno de 2023
Dos artistas combinan su trabajo en un gesto rítmico y sostenido que va escribiendo una declaración de voluntad, un contrato de insistencia. Les imagino pero también les recuerdo saliendo a caminar. Amasan un código articulado para comunicar algo imposible de ser transcrito en letras ni sonidos. Cuchichean, se acompañan, traman algo.
Es ya la mitad del veinte veintitrés. Un año partido como un pan entre las dos manos, desgarrado, dividido. En general todxs hablamos de incertidumbre, de panoramas, de futuros posibles o de no future. Cada cual intenta reforzar su gesto identitario para reconocerse hoy, volver a las bases y a las fuentes. Digamos que en general estamos activando protocolos de urgencia con manuales de procedimientos hechos en el pasado para ver si el paso a paso nos acerca a un presente funcional. Hay que estar en el presente, situar el texto. Dicen que sirve concentrarse en los sentidos físicos como el tacto y bajarle un cambio a la cabeza. He leído varias veces un verbo inexistente que parece que no es para nada recomendable: “sobreanalizar”. Dicen que hace mal, que confunde. Yo particularmente este año volví a conectar mucho con el punk, por si a alguien le importa. En fin, creo que estamos buscando estrategias en el pasado y que el presente es puro temor a la inminencia del estallido, pero en medio de todo eso también están las conversaciones con Lucas: un lugar con su propio tiempo.
Hay un tipo gráfico en particular que estuve viendo con lupa, ampliando, diseccionando. Una ramita de amor seco subrayada por otra ramita de amor seco de un solo palo. Para quienes no lo conocen, el amor seco es un yuyo que crece mucho en Córdoba con varias propiedades medicinales y que da una minúscula flor blanca y amarilla pero que se ganó este apodo por su semilla similar al cosmos que arma una corola de palitos con mini-dedos que se pegan aguerridamente a la ropa y los cordones de las zapatillas. En el dibujo de Lucas es siempre un palo principal, uno a la derecha, uno a la izquierda y un cuarto cortado y horizontal lo subraya. Cada palito con su corola. Imaginen el sonido del lápiz sobre el papel. Suena así: yic yac, yic yac y después los asteriscos. Yic yac, yic yac, asteriscos. Yic yac, yic yac.
La composición excede por una rama al ikebana y por eso a veces le hubiera quebrado la de la izquierda, para que el subrayado sea “llave” y sentir que había decodificado al menos ¡UN! grafismo de la sopa de letras. Sin embargo recomiendan: no “sobreanalizar”. Solo advierto que ésto podría ser un tiempo presente posible, un convite de la mano del gran: Lucas Di Pasquale (¡aplausos!)
Cada voz es una llamarada
a la que le sigue una bocanada de humo.
En cada dibujo puede haber escondida una persona que pregunta.
En un videojuego de los noventas, un tipito va tirando arcoiris que se convierten en peldaños por donde subir formando un camino ondulado y ascendente. Lucas que mas bien va abriendo el matorral sin brújula, dibuja recorridos zigzagueantes que contornean piedras y pinos, preguntas que necesitan otras preguntas para ser trascendidas y llegar a la final.
En la fábula que imagino para entender su procedimiento veo en él un explorador que para avanzar, pregunta, recuerda, digiere, dibuja. A machetazos responde con consignas aceptadas y dibujo. Mira alrededor, memoriza los obstáculos, las vertientes, los nidos de alimañas, los hongos comestibles. yic yac, yic yac, asteriscos.
Sillon, cebolla cortada, pastalinda, techos en espejo, pinos, rayitas,
yic yac, yic yac, asteriscos.
Pero no es solo dibujo lo que hace a Lucas el artista que propone un tiempo, sino el modo en que incorpora el montaje reforzando esta estructura dialógica que digiere en la memoria y va dejando huella. El montaje no solo cierra y edita sino que abre la posibilidad de otro encuentro y potencial consigna.
Cuando el explorador llega a un sitio de referencia, despliega su mapa, subraya con enmarcados y publicaciones, recomienda un circuito. Y es que el tipo ya conoce el paisaje y sus accidentes. En algunos casos dibuja laberintos como un digitador con los que intenta que dos o mas se encuentren en un punto al mismo tiempo. Su pensamiento no está del todo en el dibujo 2d sino en la posibilidad de mapear recorridos y sitios de acampe donde poder parar, detenerse, recobrar fuerzas. Tanto en el dibujo como en el montaje, cuida especialmente los silencios, los espacios en blanco, los puntos y aparte.
Un cursor late.
Síntoma de escritura.
En algunas publicaciones, divide en dos el soporte abriendo universos de a pares en los que si para une es verde para le otre es rojo, si para une es el derecho para le otre es izquierdo, une invita otre acepta. De ese modo creo también que configura al espectador como partner y espejo dejando en claro el sentido de complementariedad, la necesidad del encuentro para poder verse y reconocerse. Su trabajo activa ese mecanismo de pingpong, que pretende además horizontal.
I’ll be your mirror (The Velvet underground & Nico)
Lucas consigue abrir un tiempo de equilibrio en medio de la emergencia. Llama la atención con un gesto inquietante sostenido como un patrón. No prende fuego nada. Sostiene, insiste, inventa un código, lo dibuja, lo practica, insiste, lo multiplica. Ahora imaginemos el bullicio del caos, las sirenas de los bomberos, la gente gritando, el tránsito embotellado. De repente todo este desastre colapsa en una implosión y en la inmensidad del silencio podemos oír el gesto mínimo multiplicado. yic yac.
-¿Qué pasa cuando todos se ríen?
-Cuando todos se ríen, me río. La risa logra contagiar.
Dos artistas combinan su trabajo en un gesto rítmico y sostenido que va escribiendo una declaración de voluntad, un contrato de insistencia. Les imagino pero también les recuerdo saliendo a caminar. Amasan un código articulado para comunicar algo imposible de ser transcrito en letras ni sonidos. Cuchichean, se acompañan, traman algo.
Es invierno. Por acá me abrigo para salir afuera a regar los pensamientos. Seguramente cuando Amalin lea ésto ya se presienta en aromas la primavera. Su espacio distinto al mío se unirán con hilos epistolares que demoran las respuestas por el sentido material del tiempo.
Cuando Amalin sale a caminar, yergue su postura desde la mollera ajustando el ejercicio aeróbico y muscular del cuerpo conducido por la mirada. Su criterio selectivo indica la dirección del recorrido de acuerdo a lo que ve. Su cintura se articula para agacharse y recoger. Sus manos tocan y seleccionan y después arrancan y acumulan cosas que se lleva. El gesto detenido se parece a la imagen de las espigadoras que grabamos en la mente colectiva con la paleta de Millet y después con el estallido de derivas de Agnes Varda. Sale, camina, mira, se agacha y junta.
Un bordado dice remember me
Pero todo eso es solo el primer movimiento de su partitura, el que ella subraya en la autopercepción de recolectora, pero yo diría más. Sale, camina, mira, se agacha y junta; es la imagen de una aguja que cose rítmicamente donde ella es el hilo. También es la imagen de una raíz de caña que se despliega a pocos centímetros de la superficie generando cimientos indestructibles para un potencial cañaveral.
Adentro del sobre hay un herbario.
Decía entonces que Amalin recolecta, junta y que ésto antecede lo que entiendo es un segundo movimiento: La clasificación. El acondicionamiento del material, su transformación en materia prima seleccionada y lista para usar. Corta las aromáticas, las ordena en atados que pone a secar patas para arriba y una vez secas las envasa y las etiqueta por si algún día tiene que condimentar. Amalin es una artista de la previsión, alguien que tiene con qué pasar el invierno. Ese es un procedimiento que podría en términos de Guasch producir archivo, pero insisto, un movimiento, una parte del circuito, un eslabón de una cadena irregular que es una joya en sí misma.
Una raíz,
después un árbol
Algunas categorías teóricas sobre lo relacional hacen juego con el trabajo de Amalin. No es la suya una obra que invita al espectador a involucrarse y establecer relaciones -a esta altura, cuál no?!- sino que es ella la que con su procedimiento, va uniendo silenciosamente a les que miran y les que producen. El haber hecho tantas cosas por fuera del arte quizá la mueve a argumentar doblemente el valor de las joyas que produce, cuando en realidad, sus obras son consecuencias del gesto de una clarísima artista rizomática.
Volviendo a sus movimientos, el primero de la aguja que cose y el segundo del acondicionamiento del material, encuentro varias posibilidades para el tercero que es donde aparecen las variables. Esta es la instancia de lo que decidí llamar el movimiento del ovillo. Muchas de sus materias primas sirven para atar, tejer, trenzar, unir. Un material con otro, una persona con otra o varias entre sí, transacciones que hacen posible una buena administración de los recursos. Módulos encastrables que pueden armar un andamio, familia de materiales que se va trenzando con otras armando una trama multicolor que sostiene, soporta, reúne. No sé cuánto importa la forma que toman aquellos materiales que procesa, sin duda muestras cuidadosas de una gran colección. El punto es que las piezas que “teje” con ellos condensan la energía implicada en cada movimiento anterior. El proceso desde que sale a recolectar hasta que resuelve una pieza final es en sí un texto epistolar que recorre diferentes temas, tiempos, tonos, grados de tensión.
Amalin deja ver en el detrás de su costura nudos y ligazones insospechados que son testimonio procedimental de aquello recolectado, devanado, ovillado. Lo que empieza siendo flor, por varios centímetros es bordado, después es urdimbre, después es tela y después podría ser trenza, joya, cuaderno, mantel.
Quise intencionalmente alejarme de los estereotipos de género asociados a estas prácticas, sin embargo me interesa poner el acento en lo que creo que hilvana estos tres movimientos: un ensayo político a partir del modo en que hace. En su trabajo los oficios no aparecen como especialización sino también, de alguna manera, como material ovillable, donde el acento está puesto en cómo y con quien aprende y practica estas técnicas, del mismo modo ovilla los diarios de viaje, las relaciones que establece entre el paisaje y las estrategias vinculares.
Una flor marchita pegada con cinta le dice a otra que yace bordada a su lado:
“Pienso que podríamos haber sido amigas”
No creo que haya que entender la complejidad semiótica que hay detrás de una pieza utilitaria, sino la potencia política que reside en su síntesis estética y más aún en la apuesta por lo imperdurable.
Ese contraste entre el enmarcado y el papel tissu, entre la idea de joya y la flor para el ojal funcionan como palabras que se transforman en el tiempo de la experiencia, en el aprendizaje de la observación y la escucha, pensamientos que se revitalizan con el uso, que se testean en las vicisitudes de su tiempo, que se someten a la tensión, las inclemencias del clima, se prueban, se lucen, se rompen, se arreglan, se reciclan.
Un bordado de vainilla sostiene un corazón en el centro
Está hecho de hilos de algodón y caliza
El corazón expande su latido vibrante como una tela de araña minuciosa, atenta, funcionando idéntica a su cara al sol como un panel parabólico que junta energía para reservar y compartir en próximas celebraciones.