Lindes para el viento ( 2 0 1 5 ) fue una instalación producida junto a Soledad Sánchez Goldar que contó con la curaduría de Marcela López Sastre y que se desarrolló en Espacio ROJO (Córdoba). Estuvo compuesta por dibujos, bordados, fotografías, libros de artista, algunos objetos de cerámica y otros de vidrio. La exposición fue la presentación pública de un intercambio con Soledad: nos entregamos mutuamente trabajos para que le otre continuara, sin ningún tipo de premisa ni consulta. Este conjunto de piezas dialogaba con otras anteriores de cada une, fusionando nuestras autorías. También formó parte de esta muestra un libro de quinientas páginas que veníamos teniendo un tiempo en cada taller e interviniendo aleatoriamente desde el año 2014.
Lindes para el viento Por Marcela López Sastre
Hace casi dos años invitamos a Lucas y Soledad a trabajar una muestra para ROJO. La idea de una obra “de a dos” partía de ciertas afinidades que ambos han ido haciendo evidentes, respondiendo a cierta autoría que reconoce referencias, vínculos y diálogos como parte elemental de la obra. Pensándola no desde su materialidad sino desde su capacidad de acción y reflexión, abordando lenguajes que tienen que ver con el tiempo como variable que atraviesa transversalmente nuestra lectura de lo real.
El proceso fue lento pero no asustaba el tiempo de dilación, los puntos suspensivos, ni los silencios; esta lentitud fue haciendo algo exquisito. Una edición de pensamientos puestos en escena.
Horizontal, hacer de a dos, son verbos que Lucas y Soledad vienen ejerciendo como política personal frente a la verticalidad del atropello, del pasar por alto, del olvido.
La horizontalidad se abre al otro. Es aquí y ahora. Hay que leer, detenerse. Participar.
¿Será posible?
La historia y la política como experiencia, como espacio personal; sin juicios, adhesiones o estadísticas. Compartir. Compartimos contexto histórico y experimentamos cierta percepción del tiempo. Ejercicio legítimo del diá-logo, de a dos. Tautológicamente. Certeza de que el arte se atraviesa desde el pensamiento, la política y la subjetividad de la poesía.
Si hay poética contemporánea es a través del lenguaje donde ya no se distinguen el bordado del lápiz, la línea del cuerpo, la literatura de la imagen. Abordar el mundo desde allí nos acerca a la configuración de nuestro pensamiento contemporáneo. La acción del gesto y la palabra hacen memoria.
Es casi un acto heroico esta puesta a disposición del otro. El simple gesto horizontal del relato es toda una posición política frente al mundo y su verticalidad. Un gesto inútil y absurdo quizás frente a la masividad del ruido, una palabra resistiendo el tiempo y la intemperie como quien recuerda de repente que tener voz propia es maravilloso.
Susurrando se hablan y se entienden. No hacía falta gritar tanto para pesar una palabra como “exilio”, no hacía falta ejercer el poder sobre el otro para tomar el verdadero peso del olvido.
Esta instalación comenzó con un cuaderno que fue pasando de uno al otro; trazando coincidencias, huellas y sutilezas antes de volverse corpórea. Una acción llevo a la otra y cada gesto a la belleza doméstica donde reside el sentido del tiempo.
Realicé ese mismo cartel cambiándole la escala, lo ubiqué en el espacio, justo en frende de tres fotografías que conforman un mismo paisaje. Se trata de un bosque de pinos, y entre los pinos hay otro cartel que dice: «distancia puntería»
Fuerza Puntería es el título de un texto que escribí a partir de un video de Suyai y Malén Otaño. Es una performance donde ellas llegan caminando a la orilla de un río, una cruza al otro lado y pone una piedra en una bolsa y se la tira a la otra; esta pone otra piedra y se la devuelve, una desde cada orilla se van tirando la bolsa que se hace cada vez más pesada. Hasta que en un momento la bolsa no llega y cae al río, se hunde y se dibujan estelas en el agua.