( 2 0 1 8 ) Caminan. Quieren entender y transmitir la sabiduría de la naturaleza. Parecen un grupo que va a salir de escena. Un grupo completo aun cuando no estén todos. Alguien me dijo una vez que para estar, primero había que aprender a salir. Que había que salirse y luego volver para insistir. Caminan. Todavía hay casas en el paisaje. Miran a distintos lados, en ningún caso hacia la cámara con la que los estamos fotografiando.

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demorarnos en el paisaje

Una mirada sobre el Colectivo Expedición

Los pájaros de pecho moteado en rosa y amarillo,
cantaron ahora una o dos estrofas juntos,
enloquecidos, como patinadores cogidos del brazo,
y se callaron bruscamente, separándose.
Virginia Woolf, Las olas.

Caminan. A. lleva un gorro rojo con guardas, del lado izquierdo de su espalda desciende en diagonal una tira que sostiene un pequeño bolso o morral que no logramos ver. B. carga una mochila abultada que parece liviana; en su mano derecha porta un bastón de montaña y en su izquierda un objeto que no alcanzamos a distinguir. C y D llevan cuadernos, en ambos casos pegados al cuerpo. C. lo sostiene entre sus dedos, D. lo aprieta con su brazo. E. lleva un bolso pequeño que contiene una cámara de fotos. Todavía hay casas en el paisaje. Miran a distintos lados, en ningún caso hacia la cámara con la que los estamos fotografiando.

Los artistas nos agrupamos, por amistad, disciplinas, proyectos en común, por la convocatoria de alguno de nosotros o de una institución. También sucede que lo colectivo goza de buena prensa. Muchas veces nos facilita ese estar en escena, que nos “garantiza” un reconocimiento futuro. En fin, al igual que en otros ámbitos, somos más visibles juntos que separados. Nuestros agrupamientos suelen tener como finalidad nuestra propia visibilidad, la de cada uno de nosotros. No se trata, claro, de que seamos invisibles, aunque sí puede –y esto suele confundirnos– que tengamos miedo de serlo.

Colectivo Expedición surge en la Facultad de Artes de la Universidad Nacional de Córdoba a partir de una propuesta curatorial realizada por un grupo de estudiantes de la materia Diseño e Interrelación de las Artes. Como grupo tienen un nacimiento signado por las reglas de la academia y no tanto por aquellas que sabe proponer la escena artística. La Universidad suele ser una institución amable y exigente, una especie de gran casa que nos cobija –a veces incluso demasiado– al tiempo que nos estimula desde las interrelaciones que posibilita.

Expedición nació en la academia de una manera confortable: el interés hacia el trabajo de cada uno de estos artistas. Concurrieron a la invitación sin saber que conformarían un grupo, menos aún que a ese grupo no le bastaría con circular únicamente en ámbitos académicos. Quienes no nos conformábamos con la academia solíamos huir de ella con la convicción de que el mundo estaba afuera de esa burbuja de cristal. También puede ocurrir que como grupo nacido en la academia decidamos trabajar puertas adentro, convencidos de que afuera las prácticas artísticas dejan de lado todo tipo de principios fundacionales, ya que el “mercado” –fantasma si los hay– suele condicionar en distinta medida a quienes buscamos participar de la escena bajos las reglas del neoliberalismo. Quienes estamos en la academia todavía debemos aprender a criticar la escena al tiempo que lo hacemos con nuestra propia práctica institucional.

Podemos llegar a pensar que la escena artística y la academia son lugares sino antagónicos, al menos contradictorios en cuanto a sus prioridades en relación a la práctica artística. Bienvenidas esas contradicciones, no necesitamos resolverlas, tampoco queremos develar que son innecesarias. Queremos habitarlas, queremos proponer la convivencia de lo contradictorio. Aquí hay un grupo de artistas que confía en sus prácticas y a partir de ellas aborda diversas problemáticas como la relación arte-ciencia, la vida en la naturaleza, el paisaje, la representación, la expedición y también la relación de la academia de artes con la escena del arte.

Los une una problemática que va más allá de la propia visibilidad, una problemática que habita el hacer de cada expedicionario, aquella por la cual fueron convocados en un primer momento y a partir de la cual caminaron juntos al tiempo que separados. No los unifica un manifiesto, no tienen la seguridad de cómo deberían ser las cosas. Van encontrando los senderos que les propone el propio trabajo. Pueden tener un norte más o menos amplio, pero es en las desviaciones de ese camino donde suelen aparecer los descubrimientos, los lugares significativos. Saben observar, saben escuchar la producción propia y la del compañero. Aprenden de la naturaleza estando en la naturaleza.

Como expedicionarios que son abordan sus problemáticas desde una presencia corporal en el territorio, las habitan. El arte suele referirse a situaciones sociales, políticas, ecológicas y biográficas; estas pueden tener una función solamente utilitaria desde el mismo momento en que nos sirven para hacer arte, mediante nuestro hacer nos referimos “a”, o hablamos “de”. La expedición a la naturaleza es una técnica de trabajo que tiene la posibilidad de correrse de ese utilitarismo y que tampoco propone probar en carne propia lo que les sucede a otros. La expedición es una técnica de producción y cohesión de este colectivo. Y ocurre de una manera para nada artificiosa, seguramente porque producción artística y expedición están hermanadas, en el sentido de que ambas prácticas suceden imbricadas con aquello que desconocen.

Traer las expediciones al espacio expositivo es siempre una utopía, como cuando queremos retener con una fotografía ese paisaje en el que estamos inmersos. Por más encantadora que resulte la imagen que obtenemos con la cámara, no logramos retratar ni mínimamente la sensación de estar en ese sitio. Los expedicionarios lo saben, dicen que lo que traen de sus viajes son huellas, restos fósiles, siempre se trata de mostrar avances. Al proponernos esta utopía la incorporan también como una de sus problemáticas y profundizan el valor de su trabajo cuando nos hacen acordar que tenemos que cambiar el mundo. Salen a la naturaleza, podría tratarse de un lugar exótico, paradisíaco o emblemático que multiplicara el sentido de ese irse, de ese salirse. Aunque quizás esta posibilidad desvalorizaría la expedición. El problema con esos sitios extremadamente señalados es que muchas veces conocemos de antemano aquello que vamos a “descubrir” allí. Siempre podremos salirnos aquí cerca, siguiendo a estos artistas expedicionarios; ir a las reservas naturales La paisanita, Chancaní y Mar de Ansenuza en la provincia de Córdoba. Salir aquí cerca y demorarnos en el paisaje, como les gusta decir.

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